Me entero a través de un noticiario que en la artística y paseada Rambla de Barcelona, la Guardia Urbana ha multado a un pintor por ser demasiado simple en su trazo. Increíble.
Estas noticias siempre deben ponerse en barbecho por si acaso, sobre todo si la fuente es un noticiario de una cadena televisiva que quiere parecerse a ‘El Caso’.
Pero en todo caso ahí están los hechos. Un pintor de calle, con licencia para retratar, es denunciado por un compañero de oficio por no ajustar su arte a la licencia otorgada que, según lo dicho, es para retratar, y la Guardia Urbana va y lo multa. La razón parece simple: el pintor no retrataba como debe retratarse, resultando que simplificaba en exceso el trazo y rozaba sino invadía el espacio de la caricatura. Y eso soliviantó los ánimos de un competidor callejero con la misma licencia que tardaba el doble en hacer sus retratos y -esto es cosecha de quien relata- debía tener menos éxito. Y como el arte es libre hasta donde llega el bolsillo, pues lo denunció.
Me parece surrealista la historia. Toda ella. Que se fiscalice la expresión artística con licencias, que un pintor denuncie a otro por ser su trazo demasiado simple, que la Guardia Urbana se tome en serio la denuncia y, sobre todo, que lo multen. Increíble otra vez. Cómo puede un guardia arrogarse un papel que ni siquiera los Jueces que han pasado por la Escuela Judicial -al menos los más serios- se atreven a asumir ¿Cómo puede un Guardia Urbano -nadie?- juzgar la actividad artística de un pintor?
Si nos ponemos la Toga, resulta que lo que ha efectuado la Guardia Urbana es una actividad de censura previa absolutamente prohibida por nuestra Constitución. Y es más, ha tratado de coartar la libertad artística del pintor, como manifestación suprema de la libertad de expresión íntimamente ligada a la libertad de pensamiento, que permite al artista expresarse a través de sus habilidades plásticas como le venga en gana. En concreto, cargar los rasgos de una persona al retratarla es una actividad artística de enorme contenido expresivo al aplicar la libertad de crítica sobre la expresión pictórica, ejercicio difícil y arriesgado que no todos los artistas son capaces de hacer. Se trata de la caricatura, «carigare» los rasgos para resaltar de forma crítica los más sobresalientes con ánimo crítico pero siempre desde la comicidad.
Si tuviéramos lo que hay que tener, ante un caso como este le quitaríamos la licencia de ‘pintor’ al denunciante y apuntaríamos a los Guardias Urbanos a un curso de derecho constitucional o, quizá, de expresión artística, así, la próxima vez que metan la pata hasta el fondo, podrán decir que lo que estaban haciendo era una ‘performance’ y no iniciando un expediente administrativo que les hace perder el tiempo a ellos, al administrado y a la administración, que tendría que ponerse colorada con el desatino.