Sorprendentes las afirmaciones que aparecen cada tanto en los diarios de nuestro país. Seguro que también en otros, pero como a mi me preocupan más las cosas que pasan aquí, me ocupo de estos.
Hace unos días leía en La Voz de Galicia http://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2017/01/08/pago-derechos-autor-dolor-cabeza-internacional/0003_201701G8P27991.htm que había que pagar un canon por poner música en las tiendas. Increíble noticia que es solo una muestra de hasta donde ha llegado la majadería informativa, o mejor la desinformación periodística, pues no se trata de una crítica informada de la justa retribución que percibe un músico por la utilización de su trabajo. Seguro que yo no compartiría esa crítica, pero al menos la respetaría.
Estas ‘noticias’ que desinforman, explican lo que no entienden y no entienden de lo que hablan conforman una especie de populismo periodístico, cada vez más abundante. Hay que dar al lector lo que pensamos que espera recibir.
Y en definitiva ¿Qué están haciendo? Cargarse constantemente una de las profesiones e industrias más importantes para nuestra existencia, la de los creadores.
La música que suena en las tiendas, especialmente en las de ropa, funciona a modo de ambientación y reclamo. No es lo mismo entrar en una tienda silenciosa que en una tienda que tenga la última música a todo trapo. Nadie se queja por comprar el equipo de música ni los altavoces (que valen infinitamente más que la música). Sin embargo si hay que pagar algo por poner la música, ya la tenemos liada.
El compositor de la letra, el de la música, los intérpretes que hacen que esa música suene y la productora que reúne a los anteriores para que la música llegue al público en forma de fonograma tienen sus negocios, su forma de vida. Tan respetable o más que muchas otras formas de vida. Y su forma de vida consiste precisamente en cobrar a quien quiere disfrutar de su música, en casa, en la radio, en el coche o en una tienda. Y ellos deben monetizar ese disfrute como les de la gana. El consumidor está en su derecho de no escucharles y de no usar su música, pero no puede quejarse por que le obliguen a pagar para disfrutar de la música.
¿Se imaginan que nos pusiéramos a discutir en plan consumidores, lo odioso que es pagar una tasa por vestirse?…. “El otro día entre en una tienda de A Corunha y cuál fue mi sorpresa que al salir de la tienda con unos pantalones y un jersey me paró un dependiente y me obligó a pagar una tasa por llevarme esas prendas. No supe reaccionar a tiempo y la pagué! Sin embargo, luego, dándole vueltas a semejante abuso, concluí que debía movilizarme y defender mi derecho a vestir prendas de abrigo sin que una marca cualquiera me obligara a pagar un canon por llevar ropa. Es increíble que hoy en día existan comercios capaces de obligar al consumidor a pagar por algo que todos necesitamos y que todos tenemos derecho a llevar. Que paguen los ricos o el Estado, pero no los consumidores”.
También podríamos suavizar el discurso haciendo sólo referencia al precio: “…un dependiente pretendía que pagara un precio absolutamente abusivo por la prenda que me quería llevar. Ante tal atropello interpuse la correspondiente denuncia, en defensa de mis derechos y solicité apoyo en la Asociación de Defensa del Consumidor Desamparado, alegando que no podía dejarse al comerciante que estableciera el precio del chandal, pues de tal modo, era imposible adquirirlo. El precio siempre debe ser fruto del acuerdo consensuado entre vendedor y comprador y además, hay que tener en cuenta que si yo uso el chándal solo para estar por casa y como mucho para bajar al bar de la esquina, debería ser aun más barato, pues no hago pública ostentación del mismo”.
En fin, podríamos seguir un buen rato escribiendo disparates, pero lo más triste es que más de uno que leyera la ficción descontextualizada, pensaría que ese señor que escribe está en lo cierto y que hay que luchar contra esta deleznable práctica. Que triste!
Volviendo al principio, y para acabar rápido y corto, si usted quiere escuchar música, páguela, si usted quiere explotar música (beneficiándose de los efectos –demostrados- atractivos que la música produce en un local comercial), pague más. Y antes de quejarse, deje de utilizar la música, no la escuche ni la explote y entonces sí, no la pague.